Cuando empezamos una relación amorosa del cualquier tipo, ya sea amigos con ventaja, pololo, andantes, amantes, etc., siempre existen dudas, inseguridades e incertidumbres. Nos encanta conocer a la otra persona y nos pasan sensaciones biológicas propias de lo nuevo y lo desconocido. Nuestro cerebro empieza a secretar hormonas y movilizar neurotransmisores que nos dan placer y bienestar como la noradrenalina, dopamina y adrenalina. Esta última, se encarga de la estimulación de nuestros reflejos corporales, es decir; los movimientos y gestos que hace nuestro cuerpo cuando estamos enamorándonos o nos gusta alguien, sobre todo cuando necesitamos llamar la atención de esa persona, como los movimientos del pelo o las manos para atraer la atención de hombre o mujeres.
Esta etapa se llama Enamoramiento y es un estado, ya que no es permanente en una relación, si no que cambia en la medida que vamos adquiriendo comodidad, confort y confianza en la relación. Cuando estamos en esta etapa queremos mostrar lo mejor de nosotros y nos asusta que la otra persona vea nuestros defectos o errores, por lo tanto, nos esforzamos demasiado por ser mejores y muchas veces aparentar lo que no somos. En esta etapa, juega un papel fundamental la adrenalina de lo nuevo, lo desconocido, por que siempre eso es algo que nos hace sentir motivados al cambio, a conocer o hacer cosas que nunca antes habíamos hecho.
Debido a que es solo una etapa, esto pasa y se termina cuando pasamos a la siguiente fase, llamada el amor maduro, es aquí donde nos mostramos como en realidad somos, con nuestros errores y virtudes, nos enojamos cuando debemos enojarnos, dejamos de controlar tanto nuestros impulsos, por que ya estamos seguros del vínculo que tenemos. Aquí juega un papel fundamental el tipo de vínculo afectivo que estamos estableciendo, si se construye a través de, por ejemplo, el intercambio de cosas materiales o de procesos de descalificación que se dan de forma reactiva a una discusión, lo que se perpetuará por toda la relación, si es que no lo hacemos consciente y trabajamos en ello. El amor maduro es la capacidad para reconocer la subjetividad del otro, es decir; somos capaces de ver lo que no nos gusta en la otra persona y decidir de forma madura y calmada si dentro de nuestras propias ideas o paradigmas podemos aceptar estas cosas negativas que le vemos al otro y seguimos adelante con todo lo otro positivo que nos da día a día. Sí debemos tener claro que existen limites para esto y debemos reconocerlos como tal. Te has preguntado ¿cómo es tu relación? ¿Qué tipo de vínculo tienes? ¿Es seguro? ¿Es incondicional o condicional?